martes, 5 de abril de 2016

No es que te lo cuenten, es vivirlo…

Tengo una amiga cuyo sueño siempre ha sido viajar al exterior, ascender al cielo en un avión de la aerolínea Copa, usar ropa de invierno y, sobre todo, perderse en los laberintos de víveres, calzados, y textiles que promueven los supermercados. Involucrada en ese afán batalló para juntar unos pesos y viajar, ahora que las posibilidades son más cercanas para los ciudadanos cubanos.

En unos meses ya tenía todo listo para ir a Ecuador, para, entre otras cosas, conocer la Cordillera de los Andes y, claro está, traer algo de ropa para la familia, los amigos e “invertir”, la mejor parte para ella, mas no para quien debe pagarle en dos partes un jeans de 30 CUC o una blusa de 15.

Fascinada por el logro de su sueño llegó a Quito, y emprendió sus andanzas de más de una semana. Era diciembre y no dejaba de asombrarse por los adornos navideños, la decoración de casas, tiendas y lugares públicos, los cuales nada tenían que ver con su reducido árbol de navidad que cada año recicla para situarlo en la mesita de la sala.

Se sentía la mujer más afortunada del planeta al lucir un abrigo bien pomposo, bufanda, guantillas y gorro tejido, “que más podía pedirle a la vida”, pensaba ella. No dejaba de tomarse fotos y comprar algún que otro souvenir para traerlos de recuerdo. Le hacía más feliz aun, la idea de poder contarme a mí y a sus otras amigas todas las aventuras acaecidas en la tierra donde se localiza el punto cero.