viernes, 26 de febrero de 2016

Abuela es cosa seria


Abuela es cosa seria, le comenté a mami mientras le preparábamos el agua para darle el sabroso baño mañanero, ese del que definitivamente no puede escapar porque como bebé que no sabe, ya no dice me estoy haciendo pipi. En principio era una tarea dura y agotadora la rutina de bañarle, cambiar la ropa de cama y dejarle como nueva. Ahora no es que la reiteración de estas acciones ha dejado de ser agotadora, mas ya aprendimos a cogerle la vuelta como solemos decir los cubanos.

No dejo de confiar en que "se sufre pero se goza". Me da un placer tremendo retribuirle todo lo que el pasado hizo por mis hermanos y por mí, porque ahora la niña es ella. Ya no recuerda mi nombre, y casi siempre me dice que si soy la vecina, pero no importa yo se que en el fondo me quiere aunque el desgaste físico provocado por sus casi nueve décadas y la terrible demencia le impidan demostrármelo a plenitud.



La vejez es cosa que siempre me provocó tristeza hasta que no me enfrenté a la verdadera realidad que impone el paso del tiempo. Casi sin darme cuenta dejó de prepararme los biberones, de llevarme a la escuela y de regañarme por cada cosa mala que hacía. Llegó la juventud y mi cuarto de siglo exige que los roles se invierten, sí porque es inevitable regañarle y dejarle claro que debe comportarse mejor, aunque al instante olvide la lección y se quiete el pamper que le trajo la trabajadora social, porque según ella esa cosa le da calor.

Pero en algo abuela no ha cambiado nada, sigue teniendo un sentido de pertenencia impecable,  contra eso la demencia no ha podido. Decidimos darle un peluche para que se entretenga y resultó que ahora no se despega de él ni un solo instante y le esconde hasta adentro de la funda de la almohada para que no osen tomárselo. Y si por casualidad alguien le dice que se lo regale dice que no que eso es un regalo de su mamá que ella debe conservar.
Abuela ahora tiene otra razón para vivir y aprovechar su abundante tiempo libre, ese que emplea además en repetir sin descanso que se va para Manzanillo, tal vez porque de joven viajó mucho a varias provincias del país y no logra aceptar estar estática en un mismo lugar.
Francamente me encantaría que disfrutara conscientemente de la convivencia con su hijo, nietas, bisnieto y alguien más que viene a camino, mas aun así estoy feliz porque la tenemos ahí, aprovechando el privilegio del que carecen muchos, no conocer a sus abuelos o perderlos antes de tiempo. Estar con ella en el crepúsculo de la vida nos ha permitido a todos en casa volvernos mejores seres humanos, aunque no falten momentos en los que casi tiremos de nuestros cabellos por las indisciplinas de abuela.


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