viernes, 6 de mayo de 2016

Amor de madre, remedio para el corazón



Todo cambia cuando en nuestro vientre comienza a latir una nueva vida, de eso no caben dudas. Cada movimiento nos ofrece grandes razones para enfrentar la existencia de un modo diferente, aunque ello implique desvelos, preocupaciones y alguna que otra lágrima. Ser madre requiere volverse más ingeniosa, responsable y divertida porque sostener a un hijo en brazos desde que irrumpe el primer llanto, hasta que deciden trazar sus propias rutas es la más complicada y exquisita de las obras.

Atrás quedan las mañanas de sueño, las fiestas y la independencia de la juventud para asumir una gran responsabilidad, sin embargo es difícil que alguien se lamente por ello, al menos si cultiva en su interior el amor más grande del mundo, ese que coquetea y armoniza con la complicidad que se genera entre la madre y su pequeño en el momento de la lactancia. Para ese entonces no hacen falta las palabras, pues con una tierna mirada todo está dicho y el agradecimiento es mutuo.